5 razones para volver a ver 2001: Una Odisea del Espacio

 

Con esto de las obras cumbre siempre pasa lo mismo. Joyce, Proust, Homero, Cervantes o Shakespeare. Todos hemos oído hablar de ellos. Todos sabemos quiénes son Romeo y Julieta. Todos conocemos a ese señor que vivió por La Mancha. Si tienes una cierta edad es probable que fueras fan de las aventuras espaciales de un tal Ulises y su amigo Telémaco. Y desde luego somos un montón quienes nos da pánico acercarnos a una magdalena por sus terribles efectos psicotrópicos.

Sin embargo, que levante la mano quien pueda asegurar haber leído las siete partes de À la recherche du temps perdu. O las dos partes (más la tercera, apócrifa) de nuestro simpático hidalgo paisano de municipios almodovarianos. O diseccionar con precisión el ritmo frenénico, los simpáticos diálogos e inesperados giros argumentales de Ulysses, la emocinante novela que obra cumbre del siglo XX.

Con lo del cine pasa algo parecido. Kubrick, en concreto, creó un buen puñado de obras maestras. Y no solo eso: fue capaz de ir mudando su piel, a lo Bowie, para llevar su genialidad a géneros tan dispares como el péplum, el horror, el humor, los atracos perfectos, la épica antibelicista (por dos veces), el dramón histórico o el, esto, bueno, eso de la naranja mecánica. Y, por supuesto, la ciencia ficción. Porque 2001 es una de esas cintas que se recuerdan, aunque solo sea por los homenajes que hemos visto tantas veces otro tipo de películas, e incluso en series, aunque mucho menos sustanciales, como Los Simpson.

Pues eso, que me apetece compartir con la humanidad mis 5 grandes razones para volver a ver 2001.

Y, en fin, más abajo dejaré un enlace con una razón, solo una, para tener miedito de volver a verla.

1- El nacimiento de la inteligencia

Pocas veces se ha visto en el cine un principio tan vacío, tan silencioso, tan hipnótico. Que una de las joyas de la ciencia ficción empiece con un paraje semidesértico y con monitos saltando y pegando gritos es para quitarse el sombrero. Sobre todo, cuando le peli va de objetos extraños que exploran la (supuesta) inteligencia en el planeta Tierra.

2- El vals espacial

Aunque los efectos se vean un poquito anticuados, la escena de las dos naves cortejándose hasta penentrar una en las profundidades de la otra sigue siendo poética. Por cierto, entre estas dos partes, la de los simios y la de las naves, suma casi media hora sobrecogedora sin que una sola palabra salga de ningún actor. Y, por el momento, sin que surjan bostezos en el patio de butacas.

3- Las escenas de gravedad simulada en el interior de la nave

Desde el origen de los tiempos (del cine), los efectos especiales han formado parte del mismo. Desde Meliès y sus truquitos manuales hasta Matrix y su tecnología ditigal, nos encanta que nos sorprendan con la recreación de sucesos imposibles tan alejados de nuestra pequeña y limitada vida cotidiana. Aunque el realismo se pierde en las escenas de la luna y su gravedad tan terrícola, a mí me sigue alucinando esa nave que gira para recrear una gravedad centrífuga en la que viven dos astronautas fríos y solemnes.

4- HAL 2000

En una película casi sin diálogos, con individuos que apenas son capaces de expresar emociones, con una gestualidad parca y seca, el computador se destapa como el personaje más humano de todos. Mucho antes de los replicantes, sus ganas de vivir conmueven.

 

5- La BSO

Podría enumerar más razones pero, para mí, la quinta y última es la banda sonora. Así Habló Zarathustra, Danubio Azul y soniquetes pavorosos de György Ligeti encajan como anillo al dedo y dejan momentos de vídeo arte o vídeo musical alucinógeno de los que se recuerdan durante generaciones. La cara de tonto que se le quedó a Alex North cuando le dijeron que su partitura no estaría en la película es para haberle hecho un instagram en el momento.

Aunque, como ya he dicho arriba, el solo pensamiento de volver a verla me produce algo así como un escozor. Aunque mejor lo cuento otro día.

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